La fe genuina en medio de las pruebas
Tema: La fe genuina pide sabiduría en medio de las pruebas
“Si necesitan sabiduría, pídansela a nuestro generoso Dios, y él se la dará; no los reprenderá por pedirla. 6 Cuando se la pidan, asegúrense de que su fe sea solamente en Dios, y no duden, porque una persona que duda tiene la lealtad dividida y es tan inestable como una ola del mar que el viento arrastra y empuja de un lado a otro. 7 Esas personas no deberían esperar nada del Señor; 8 su lealtad está dividida entre Dios y el mundo, y son inestables en todo lo que hacen.”
Santiago 1:5-8 NTV
1.La fe genuina es probada – La fe es probada de diversas maneras para producir constancia, madurez y estabilidad. La palabra griega usada en Santiago para pruebas y tentaciones es “peirasmos”, que significa “evaluar, probar, poner a prueba”. Cuando atravesamos triunfantes las pruebas de la vida nos volvemos más constantes, resistentes y perseverantes. Además nos convertimos en un testimonio dinámico para aquellos que nos ven, demostrando el poder y la presencia de Cristo en nuestro corazón. La actitud correcta es esencial para el resultado final de la prueba. Santiago exhorta a los creyentes a considerar las pruebas como instrumentos para producir madurez de carácter, por eso deben soportarlas con gozo y paciencia. El gozo es la confianza que tenemos de que Dios usará las pruebas para nuestro beneficio. A través de la carta de Santiago veremos las diferentes maneras en que la fe es probada. Nuestra respuesta a las pruebas revelará la condición de nuestro corazón.
2.La fe genuina apela a la sabiduría divina – La mayoría de las veces no entendemos porque pasamos por pruebas difíciles. Es por ello que necesitamos la sabiduría divina para llegar a ese entendimiento. Reconocer la falta de sabiduría es el punto de partida del creyente que desea depender de Dios. Job preguntó: “Mas ¿dónde se hallará la sabiduría?
¿Dónde está el lugar de la inteligencia?” (Job 28:12). Santiago contestó la pregunta: “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada” (Santiago 1:5). También el apóstol Pablo escribió en Colosenses 2:3 que es en Cristo “en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento.” El camino a seguir cuando reconocemos que nos falta sabiduría es “pedirla” a Dios. Santiago enfatiza en el carácter de Dios: Dios da generosamente, con liberalidad y no nos reprocha por pedirle. Note las promesas maravillosas: Dios nos dará sabiduría; nos dará sabiduría en abundancia; a todos (sin favoritos, Dios es generoso con todos); no nos reprochará por no saber qué hacer. Nos recuerda Efesios 3:20 – “Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros”. La idea del pasaje es que Dios cumplirá Su promesa de dar al que pide (Mateo 7:7 NTV – “Sigue pidiendo y recibirás lo que pides; sigue buscando y encontrarás; sigue llamando, y la puerta se te abrirá”).
3.La fe genuina es necesaria en la oración para que la petición sea efectiva - Santiago escribió: “Pero pida con fe, no dudando nada”. Orar “con fe” es hacerlo con la confianza de que Dios va a responder. Es reconocer que Dios nos ama, somos sus hijos; Él es nuestro Padre y quiere suplir cada una de nuestras necesidades. Por ende, Dios escuchará nuestra petición y nos dará la sabiduría para vencer las pruebas y tentaciones de la vida. Santiago 1:6 continúa: “porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra”. La expresión “el que duda” sugiere que la persona está en un estado continuo de duda o vacilación. Así como el oleaje es controlado por el viento, el que duda es controlado por su duda. Leemos en Marcos 11:22-24: “Respondiendo Jesús, les dijo: Tened fe en Dios. 23 Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho. 24 Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá”. Fíjate como Santiago describe al que duda: “es como una ola de mar arrastrada por el viento de una parte a otra”, “no recibirá cosa alguna del Señor”, “es una persona de doble ánimo”. No solo es inconstante en lo que respecta a la oración, sino en todos sus caminos. La persona de doble ánimo lleva una vida de altas y bajas; no es confiable, pues su conducta es inestable.
4.La fe genuina, tanto en el pobre como en el rico, produce una actitud correcta frente a las pruebas - Santiago 1:9-11 PDT lee: “El hermano de condición humilde no se avergüence de ser pobre, porque Dios lo ha puesto en un lugar de honor. 10 El hermano rico no se avergüence cuando Dios lo humille, porque el rico desaparecerá como la flor de la hierba. 11 Cuando sale el sol, hace calor y se seca la hierba; la flor se cae y ahí termina su hermoso aspecto. Así pasa con los ricos, en un momento los vemos ocupados en sus negocios y, de pronto, mueren”. Tanto pobres como ricos son probados; así nosotros somos probados en la escasez y en la abundancia. Proverbios 30:8-9 dice: “Vanidad y palabra mentirosa aparta de mí; no me des pobreza ni riquezas; mantenme del pan necesario; 9 No sea que me sacie, y te niegue, y diga: ¿Quién es Jehová? O que siendo pobre, hurte, y blasfeme el nombre de mi Dios”. Los pobres no deben permitir que las circunstancias entorpezcan o destruyan su espíritu y gozo en la vida, se resientan con los que tienen más y traten de quitarles algo de lo que éstos tienen. Tampoco deben desarrollar un sentido de inferioridad e ineptitud que los lleva a una conducta retraída. Santiago contrasta la pobreza material del hermano con la riqueza espiritual que posee por el hecho de hallarse “en Cristo”. Por otro lado, el peligro de las riquezas es que tienden a dar al hombre un falso sentido de seguridad. Cree estar seguro de tener recursos para enfrentar cualquier cosa, cree poder comprarlo todo, cree que puede pagar para eludir cualquier situación desagradable para él. La Biblia no condena al rico como persona ni tampoco la riqueza. Lo que condena es la avaricia, el deseo desenfrenado hacia la posesión de más bienes materiales con fines meramente egoístas. Santiago ha estado hablando de la inconstancia, la falta de fe y el ser de doble ánimo. Es en este contexto que menciona al hermano pobre y al hermano rico. El creyente pobre puede tener su mente dividida, puede decir que confía en Dios y, al mismo tiempo, excusarse diciendo que es pobre y no puede servir como quisiera. Por otra parte, el rico puede estar cegado por sus riquezas hasta el punto de confiar en ellas más que en el mismo Dios. Es muy probable que Santiago recordara al rico que si antes el usaba sus riquezas materiales como criterio para medir las cosas, ya no debe hacerlo más. El nuevo criterio debe estar relacionado con la persona de Cristo y su obra expiatoria en la cruz. Cuando un pobre y un rico se paran junto a la cruz de Cristo, ambos alcanzan la misma estatura y el mismo valor. Santiago habla de lo transitorio que es la vida. Las riquezas que puedan acumularse tienen un uso limitado. Lo permanente es una relación correcta con Dios. Así lo afirma en su carta el apóstol Juan: “Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Juan 2:17).