Hacedores de la palabra - Parte 1
Lección # 8: Hacedores de la Palabra - Primera parte
“Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; 20 porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. 21 Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas.”
Santiago 1:19-21
1.Por esto, mis amados hermanos – Mostrando su amor entrañable por los hermanos a quienes les escribe, Santiago quiere que comprendan el poder restaurador de la Escritura. Su mensaje en esta porción de la carta es simple: si la Palabra de Dios fue el instrumento usado por Dios para mostrarnos el camino de salvación (Santiago 1:18), es también el instrumento divino para regular y transformar nuestro comportamiento (Santiago 1:22). La premisa es sencilla, los verdaderos creyentes caminan en obediencia a la ley de Dios y su verdad. En los siguientes versículos veremos la actitud correcta al escuchar la Palabra y cómo responder adecuadamente a ella. Además, reafirma que la verdadera lealtad a Dios se muestra por medio de la obediencia a su Palabra. Santiago quiere diferenciar entre los que se llaman creyentes y los que verdaderamente son discípulos de Cristo. Las palabras de esta carta deben producir dos efectos: nos reafirmamos en la realidad de nuestra fe o respondemos en arrepentimiento por haber vivido una fe vacía. Recordemos que el árbol es probado por su fruto (Mateo 7:17-19). Examinemos nuestras vidas y comprobemos si estamos viviendo una fe genuina o una fe fingida.
2.Prontos para oír – El contexto del pasaje nos muestra que Santiago está hablando de la relación del creyente con la Palabra de Dios. Por lo tanto, el creyente debe prestar atención a la enseñanza de la Palabra de Dios. El verbo “oír” en el original griego está escrito es lo que se conoce como un verbo infinitivo. Esto sugiere que oír debe ser una actitud permanente de todo verdadero creyente. Esto nos enseña que debemos tener una disposición para recibir la Palabra y someternos a ella. David, Jesús y Pablo nos muestran la importancia que la Palabra de Dios tiene en nuestras vidas. Para David: es lámpara y lumbrera (Salmo 119:105); para Jesús: lo señalan a Él que les da vida eterna (Juan 5:39); para Pablo: es útil para instruirnos (2 Timoteo 3:16). La Palabra de Dios es vital para el crecimiento y desarrollo del discípulo de Cristo. Es interesante que Santiago utiliza la expresión “pronto”, el pastor John Mc Arthur dice que es como si Santiago nos exhortara a correr hacia la Palabra de Dios. Por lo tanto, cuando enfrentes pruebas, corre a la Palabra de Dios. Cuando enfrentes tentaciones, corre a la Palabra de Dios. Seamos prontos para oír la Palabra de Dios. Algunos comentaristas afirman que Santiago nos recuerda un aspecto importante de la sabiduría judía, la importancia de escuchar más y hablar menos. La persona capaz de abrir sus oídos y refrenar sus labios tiende a accionar con más prudencia y sabiduría. La cultura judía consideraba la virtud de escuchar con atención, como una característica de los sabios. Por lo tanto, debemos ser diligentes no solo al escuchar la Palabra de Dios, sino escuchando con más detenimiento a nuestros semejantes. (Proverbios 17:27-28; 11:12-13; 13:3). Seamos sabios y no necios.
3.Tardo para hablar – El creyente debe prestar mucha atención a lo que escucha, pero debe tomar tiempo antes de hablar. Algunos, en vez de escuchar la Palabra con atención, están deseosos por hablar y comunicar; quieren ser maestros, pero no discípulos. La realidad es que la exhortación es a meditar y pensar antes de abrir nuestras bocas. Muchas veces, antes de digerir y asimilar lo aprendido, corremos a proclamarlo. Nuestra vida debe estar caracterizada por la prudencia. Cuando somos ligeros de palabra, no solo mostramos inmadurez, sino que detenemos nuestro crecimiento espiritual. La actitud nuestra hacia Dios debe ser escucharle por medio de la Biblia y pacientemente esperar el momento de expresarnos. Eclesiastés 5:2 declara: “No te des prisa con tu boca, ni tu corazón se apresure a proferir palabra delante de Dios; porque Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra; por tanto, sean pocas tus palabras”. Recordemos que Santiago nos está mostrando cuál es la relación del cristiano con la Palabra de Dios y quiere que nos enfoquemos en obedecerla. Por lo tanto, para obedecer la Palabra debemos primero escucharla con detenimiento. El llamado es a ser como María y estar dispuestos a sentarnos a los pies del Maestro y nutrirnos de Él (Lucas 10:39).
4.Obrando la justicia de Dios – Nunca obraremos la justicia de Dios si somos llevados o guiados por nuestra ira. La palabra “ira” era utilizada para denotar “hostilidad” o “rebeldía”. La ira humana no puede producir un comportamiento que agrade a Dios. Si no nos sentamos a escuchar la Palabra y a nutrirnos de ella, obraremos en nuestra propia justicia y no en la justicia de Dios. Cuando operamos basándonos en nuestra propia justicia los resultados son nefastos. Solo el Espíritu Santo, obrando juntamente con la Palabra, llevará nuestras emociones a actuar bajo la base del amor y la misericordia de Dios. Por eso el apóstol Pablo le recalca a la iglesia en Galacia la importancia del Fruto del Espíritu (Gálatas 5:22-24). La pregunta es: “¿que está regulando nuestra conducta: la verdad de Dios o los parámetros del mundo? (Romanos 12:2, 17-20). Es importante notar que Santiago nos está dejando ver claramente el proceso que debe ocurrir en nuestras vidas, escuchar con el fin de obrar. Si escuchamos la Palabra de Dios, obraremos la justicia de Dios. Si no escuchamos lo correcto responderemos, no de acuerdo a la verdad de Dios, sino conforme a las obras de nuestra carne (1 Corintios 3:1-7).
5.Desechando y recibiendo – El pasaje bíblico nos dice que “desechemos toda inmundicia”. La frase es una que vemos consistentemente en el Nuevo Testamento (Efesios 4:22-24, Colosenses 3:8, Romanos 13:12, 1 Pedro 2:1). “Desechar” implica “desvestirnos”, “quitarnos todo aquello que no es cónsono con la verdad de Dios”. Debemos desvestirnos de lo contrario para vestirnos de la verdad y la justicia de Dios. Es importante reconocer que lo primero que Dios hace en nosotros, por medio de su Espíritu, es poner en nuestros corazones un deseo de cambiar, de no continuar más en esa clase de vida. La segunda parte del versículo nos indica lo que debemos recibir, la Palabra que ha sido implantada. Santiago nos señala la actitud correcta a la hora de recibir la Palabra. La Palabra debe ser recibida con mansedumbre y humildad de corazón. Cuando se adentra en lo profundo de nuestros corazones somos verdaderamente transformados y, por consiguiente, produce salvación para nuestras almas. Esta salvación a la que Santiago se refiere no es nuestra salvación pasada, está hablando de nuestro presente y aún de nuestro futuro.
6.Sed hacedores – El resultado que debe producir el oír la palabra de Dios es simple: hacer lo que la Escritura nos ordena. Solo cuando somos hacedores de la Palabra es que mostramos un fe genuina capaz de soportar los embates de la vida (Mateo 7:24-29).