La imparcialidad De Dios y el amor al prójimo
Tema: La imparcialidad de Dios y el amor al prójimo
“Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman?” Santiago 2:5
1.La imparcialidad de Dios (Santiago 2:1 - “Hermanos míos, que vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo sea sin acepción de personas.”) – Cuando pensamos en los atributos de Dios, hablamos de sus características, su naturaleza. Inmediatamente viene a nuestra mente el amor de Dios, su justicia, su santidad, su omnipresencia, su gracia, misericordia y su soberanía. Estos son solo algunos de los atributos que Dios nos revela por medio de la Escritura. Sin embargo, pocas veces pensamos en el atributo de la imparcialidad de Dios. Santiago va a mostrarnos que un verdadero creyente no juzga por las apariencias externas ni muestra favoritismo. Santiago 2:1 NVI dice: “Hermanos míos, la fe que tienen en nuestro glorioso Señor Jesucristo no debe dar lugar a favoritismos”. Recordemos que Santiago está estableciendo la evidencia de una fe verdadera, la fe genuina se muestra en que somos hacedores de la Palabra (Santiago 1:23) y que practicamos una verdadera religión (Santiago 1:27). Ahora Santiago introduce otro elemento importante que debemos mostrar como discípulos de Cristo, el que podamos ser imparciales. Debemos ser imparciales porque Dios es imparcial. En 2 Crónicas 19:7 dice: “Por eso, teman al SEÑOR y tengan cuidado con lo que hacen, porque el SEÑOR nuestro Dios no admite la injusticia ni la parcialidad ni el soborno”. Deuteronomio 10:17-19 también nos habla de la imparcialidad de Dios: “Porque el SEÑOR tu Dios es Dios de dioses y Señor de señores; él es el gran Dios, poderoso y terrible, que no actúa con parcialidad ni acepta sobornos. 18 Él defiende la causa del huérfano y de la viuda, y muestra su amor por el extranjero, proveyéndole ropa y alimentos. 19 Así mismo debes tú mostrar amor por los extranjeros, porque también tú fuiste extranjero en Egipto. Dios no es como nosotros. Nosotros tendemos a evaluar y clasificar la gente basándonos en lo externo; Dios mira el corazón (1 Samuel 16:7). La imparcialidad de Dios es un gran atributo suyo porque nos muestra su gran amor, justicia y fidelidad. Nos enseña que somos salvos, no por méritos humanos o por alguna otra cosa, sino porque simplemente Él nos amo primero (1 Juan 4:19).
2.La fe verdadera no hace acepción de personas - Naturalmente tendemos a hacer distinción de personas. Basta con examinar nuestras propias vidas y descubriremos que de una manera u otra hemos fallado en este punto. Aunque escuchamos a muchos hoy hablar de no discriminar, la realidad es que los mismos que claman por la no discriminación, no son tolerantes con los que piensan de una manera distinta a ellos. Es la intolerancia de la tolerancia, donde abrazo al que me agrada y rechazo al que no. Sin embargo, este paradigma mundano no es consonó con el llamado bíblico. Santiago está diciendo: “no puedes decir que crees en Cristo y la vez hacer distinción entre las personas por su apariencia externa”. La Escritura declara en Levítico 19:15: “No harás injusticia en el juicio, ni favoreciendo al pobre ni complaciendo al grande; con justicia juzgarás a tu prójimo”. El mensaje es simple: no puedo escoger a quién amar y mostrar favoritismo porque esa es una actitud contraria a Dios y su Palabra. Cuando mostramos favoritismo estamos siendo semejantes al intérprete de la ley que quería que Jesús le contestará quién era su prójimo (Lucas 10:25 al 37). Aquel intérprete estaba procurando una excusa para su parcialidad y favoritismo. La respuesta de Jesús a este hombre, sigue estando vigente para nosotros: debemos amar a nuestro prójimo, debemos aún amar a nuestros enemigos (Mateo 5:44). El apóstol Juan, lidiando con este mismo problema en la iglesia, escribe contundentemente, en su primera carta, que no podemos decir que amamos a Dios a menos que amemos a nuestro prójimo (1 Juan 4:20).
3.La compasión hacia los más necesitados (Santiago 2:2-4 – “Porque si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro y con ropa espléndida, y también entra un pobre con vestido andrajoso, 3 y miráis con agrado al que trae la ropa espléndida y le decís: Siéntate tú aquí en buen lugar; y decís al pobre: Estate tú allí en pie, o siéntate aquí bajo mi estrado; 4¿no hacéis distinciones entre vosotros mismos, y venís a ser jueces con malos pensamientos?” – Aquí Santiago utiliza una ilustración para mostrar esta falla: el favoritismo en la Iglesia. En su ilustración él describe a un hombre con anillo de oro y ropa espléndida. En la antigüedad, el hecho de que el hombre llevaba un anillo de oro era evidencia de que era un hombre adinerado. Pero Santiago también describe a otro hombre con ropas andrajosas. La imagen es de un hombre que tiene que mendigar para su sustento. Ambos entran a la reunión, pero los hermanos actúan con favoritismo al rico y con menosprecio al pobre. La iglesia debe mostrar el carácter de Dios. La Iglesia es el lugar donde las distinciones humanas no importan porque lo que importante es todos hemos sido lavados y redimidos por la Sangre de Cristo (Apocalipsis 5:9-10). Santiago les dice que cuando actúan con favoritismo están juzgando incorrectamente (Santiago 2:5). Como hijos de Dios debemos saber que se nos llama a tratar con justicia y dignidad a todos los seres humanos, sin importar su clase social. Jesús nos da el ejemplo cuando puede sentarse a hablar con Nicodemo, pero también lo hace con la samaritana en el pozo. Jesús podía ir a casa de Zaqueo, pero también podía acercarse a la mujer adultera y mostrarle su gracia y misericordia. El problema de esta iglesia en particular, a la que Santiago le escribe, es que estaba perdiendo la oportunidad de mostrar al mundo el gran amor de Dios al menospreciar al pobre. Las Escrituras nos exhortan continuamente a cuidar y defender la causa del necesitado (Proverbios 21:13, 28:27, 31:9). El paradigma del evangelio no es que menospreciemos a los demás, sino que los consideremos como superiores a nosotros mismos (Filipenses 2:3b). Esto lo que quiere decir es que tomemos como nuestra la causa del necesitado y entendamos las oportunidades que Dios nos da para mostrar su amor y misericordia. La realidad es que ambos el rico y el pobre debían haber ocupado un lugar similar en la reunión, porque eran vidas que iban a ser expuestas al evangelio.
4.Pobres en este mundo, pero ricos en fe y herederos del reino (Santiago 2:5 – “Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman?” – Cuando estudiamos la historia de la Iglesia primitiva nos daremos cuenta que estaba compuesta por gente considerada común. Gran parte de la Iglesia era gente de escasos recursos o de baja clase social. El apóstol Pablo conociendo esta realidad declara que Dios escogió lo vil y menospreciado (1 Corintios 1:26-28). Santiago les recuerda a los creyentes, que los pobres en este mundo, al estar en Cristo, son ricos en fe y poseen una herencia. Como Iglesia debemos pensar y actuar conforme la Escritura lo demanda, debemos vivir para glorificar a Dios y agradarle solo a Él, al igual que Dios debemos ser compasivos, amorosos e imparciales, dando de Gracia lo que por gracia hemos recibido.